Desde la Dirección de Gestión para Personas con Discapacidad te contamos por qué es importante trabajar la ansiedad a lo largo de la vida de las personas con trastorno de espectro autista, TEA.

odos sabemos de ansiedad porque alguna vez la hemos sentido. Se trata de una reacción psicológica normal que busca advertirnos sobre un peligro posible. No obstante, cuando esta emoción supera cierta intensidad, frecuencia o duración de lo que es considerado normal o cuando está asociada a estímulos que no implican amenaza o peligro, produce manifestaciones patológicas a nivel físico o mental. Por eso, hablamos de trastornos de ansiedad cuando se trata de reacciones excesivas ante situaciones que generan problemas en los diversos ámbitos donde las personas se desarrollan.
En el caso de las personas con TEA, los factores que producen ansiedad se multiplican ya que suelen responder de modo más intenso ante cualquier estímulo o situación con carga emocional además de no contar con recursos o estrategias de regulación que permitan un buen afrontamiento y muchas veces puede devenir en patologías a lo largo de la vida. En ocasiones los síntomas de ansiedad comienzan a aparecer en la infancia, se mantienen y a veces agravan en la adolescencia y sin un abordaje adecuado pueden llegar a ser crónicos en la vida adulta. En efecto, las investigaciones recientes muestran una gran comorbilidad entre TEA y trastornos de ansiedad, situándola entre un 42 y 79 % (Kems y Kendall, 2012). Por otra parte, estas relaciones son independientes de la capacidad cognitiva de las diferentes personas con TEA, tanto en las de alto rendimiento como en las que tienen discapacidad intelectual.
Por esto, podemos decir que las personas con TEA son más vulnerables a la ansiedad debido a diferentes factores: a) factores relacionados a los rasgos y características propias de las personas con TEA (el manejo en el mundo social, el estrés producido por el cumplimiento de las reglas sociales, las dificultades en la comunicación social, las dificultades para manejar imprevistos e incertidumbre, las dificultades para tomar decisiones) ; b) factores relacionados con el entorno físico (las dificultades en el procesamiento sensorial como por ejemplo la hipersensibilidad) y c) factores relacionados con el entorno social (falta de comprensión por parte de aquellos que les rodean, la ausencia de recursos de apoyo o las excesivas exigencias sociales, en clase o en el ámbito laboral, por ejemplo).
En consecuencia, deviene de suma importancia como efecto “protector” que trabajemos a lo largo de la vida la ansiedad con este colectivo ya que muchas de las conductas disruptivas aparecen por esta desregulación emocional.
Algunas medidas a adoptar son la anticipación de la forma más clara de las situaciones que deberá afrontar durante el día, dar apoyos visuales para favorecer las transiciones como la comprensión de las situaciones, fomentar el desarrollo comunicativo, reducir la incertidumbre y crear entornos predecibles mediante el uso de agendas visuales, ajustar los niveles de exigencia a las competencias, nivel de cansancio y nivel de excitación de la persona, equilibrar la agenda alternando tareas demandantes con otras más sencillas para evitar elevado cansancio o irritabilidad, programar momentos de relajación y tiempos dedicados a los intereses propios, organizar tareas que sean funcionales a ellos y que tengan sentido como también psicoeducar, esto es, explicar y ejemplificar qué significa tener ansiedad ya que si alguien puede registrar lo que está sintiendo o lo que le está pasando, puede hacer algo al respecto.