Bariloche saca ventaja con su infraestructura turística gracias a la Ecotasa

La novedosa herramienta de financiamiento de obras públicas que impulsó el intendente Gennuso mejoró notablemente los estándares de instalaciones que la ciudad ofrece a sus turistas. Con qué cambios se encontrarán los visitantes gracias a los avances de los últimos 4 años.

Suele ser una experiencia interesante para un turista regresar a un destino después de mucho tiempo y encontrarse con cambios que lo han dejado casi irreconocible. En el caso de Bariloche, ese cambio se dio comprimido en el tiempo: en tan sólo 4 años (incluso con una pandemia de por medio) la ciudad logró modificar sensiblemente su presentación al turista. Fue gracias a una innovadora herramienta de financiamiento de infraestructura turística: la Ecotasa, a la que no le faltaron detractores pero que con el tiempo demostró que valió la pena.

El intendente Gustavo Gennuso libró ya en los comienzos de su primera gestión una batalla cuando menos interesante, que se dio en los medios pero también incluso llegó a la Justicia. Fue a partir de su propuesta de crear la denominada “Ecotasa”, que no es otra cosa que un modesto canon que pagan los visitantes durante sus primeras 3 noches de alojamiento. Aquí es preciso contextualizar: el monto, que varía según la categoría de alojamiento (y se paga por un máximo de 3 pernoctes), es casi irrisorio. Hoy, con todas las actualizaciones que irremediablemente trajo la inflación y el paso del tiempo, sigue siendo mínimo en relación al costo de una noche de alojamiento: en un hotel 5 estrellas, la máxima categoría, el turista paga por cada una de las 3 primeras noches 280 pesos (más o menos el equivalente a 200 gr de jamón cocido en un supermercado). En un hotel de 1 estrella, el monto es de 60 pesos, menos que un alfajor.

El espíritu de la Ecotasa reside justamente en que cada turista abone muy poco: lo significativo se da al sumar los miles de visitantes que la ciudad recibe cada año en cada categoría. Tras su creación por ordenanza en 2017, en sus primeros 3 años la Ecotasa recaudó casi 135 millones de pesos, que se tradujeron en 82 obras de infraestructura turística. Porque allí está el otro punto importante del concepto: el canon que abona el turismo vuelve al turismo en mejoras.

De hecho, las críticas a la Ecotasa rápidamente quedaron diluidas en el éxito de la herramienta para generar fondos municipales genuinos y con un destino específico. Su aspecto participativo sumó también para lograr el apoyo necesario: el seguimiento de la aplicación de los fondos recaudados por la tasa se realiza a través de una Comisión Especial que integran el Municipio (con sus secretarías de Turismo, Obras Públicas y Desarrollo Urbano), el Concejo, el Emprotur y las cámaras de Turismo y de Comercio. Gennuso incluso puso a disposición del público una sección especial en la web municipal en donde consigna con transparencia las obras a las que se asignan los fondos recaudados, los tiempos de ejecución y estadísticas sobre el funcionamiento de esta herramienta.

La llegada de la pandemia y la suspensión del turismo afectó inevitablemente los ingresos a través de la Ecotasa, pero de a poco va recuperando ímpetu, junto a la reactivación económica de Bariloche de la mano de la reapertura turística.

¿Qué cambios trajo la Ecotasa?

Aquellos turistas que hayan visitado Bariloche antes de 2017 seguramente notarán muchos cambios si regresan hoy a la ciudad. Por empezar, el ingreso principal por el Este (que recorren tanto quienes llegan por la ruta 237 como quienes arriban desde el aeropuerto) dejó de ser una travesía entre banquinas desmejoradas y yuyos silvestres. El Paseo del Este fue la primera gran obra financiada con la Ecotasa y le cambió la cara a la puerta de entrada de Bariloche. Con grandes extensiones de césped (gracias a una obra de riego que bombea agua directo desde el lago Nahuel Huapi, también afrontada con la misma tasa), a lo largo de la avenida de ingreso se puede ver varios kilómetros de un parquizado sendero de hormigón por el que circulan paseantes, ciclistas y hasta chicos en patines. Con plazas infantiles, juegos saludables para hacer ejercicio, plantas decorativas y una vistosa iluminación LED, el Paseo del Este terminó de cambiar la opinión de varios de los críticos de la Ecotasa: el nuevo canon realmente era útil y sus resultados estaban a la vista.

Este paso urbano fue tan exitoso que rápidamente el Municipio diseñó y construyó los similares paseos del Oeste, del Sur, del Lago (en la Costanera céntrica de la ciudad) y de Río Minero, en el km 13 de la Av. Bustillo. En varios puntos incorporó también un elemento novedoso que resulta un gran atractivo para turistas y residentes: a través de licitaciones abiertas, concesionó espacios para foodtrucks en cada paseo, permitiendo cerrar el recorrido con algún buen plato local, un snack rápido o una rica cerveza artesanal.

La Costanera del centro de la ciudad tuvo un enorme cambio, tras décadas de abandono. No sólo con el mencionado Paseo del Lago (en donde en verano se realizan shows artísticos al aire libre, con foodtrucks y mesas iluminadas al atardecer), sino con un embellecimiento integral en la zona frente al Centro Cívico y a lo largo de la Av. Juan Manuel de Rosas: miradores, veredas, barandas, farolas con iluminación LED, cestos de residuos con separación de húmedos y secos, parquización. También hay que destacar la llegada de dos nuevos espacios urbanos ideales para la juventud que cambiaron la faz de la Costanera: el skatepark y el pumptrack reúnen cada día a cientos de jóvenes, que ahora tienen un lugar privilegiado para practicar deportes urbanos junto al lago Nahuel Huapi. No es raro además cruzarse con alguna vistosa competencia, ya que ambas pistas cuentan con estándares competitivos internacionales y ya han sido sede de diversas pruebas, incluyendo los legendarios desafíos de Red Bull.

El Centro Cívico también tuvo su obra, y una muy esperada: el soterramiento de todos los cables eléctricos y telefónicos. Ahora, la más clásica postal de la ciudad dejó de estar afeada por el cableado aéreo, además de brindar mayor seguridad a la hora de organizar espectáculos y eventos en el corazón de Bariloche, como lo son la Navidad, Bariloche a la Carta, la Fiesta del Chocolate y la Fiesta de la Nieve.

Otro de los impactos directos para el turista está en las renovadas Oficinas de Informes Turísticos, que jerarquizaron la atención en sus tres puntos principales: el Centro Cívico, la Terminal de Ómnibus y junto al Destacamento Caminero en el ingreso Este de la ciudad.

No quedaron fuera de los proyectos de la Ecotasa los paseos más transitados por los visitantes de Bariloche. En pleno Circuito Chico se lucen hoy tres de los miradores más atractivos de la ciudad: el de Bahía López, el del Cerro Capilla y el de Lago Escondido. Probablemente la totalidad de los turistas que este verano visiten Bariloche se llevará de recuerdo una fotografía imponente en cada uno de esos puntos. También gracias a este canon se financió la renovación completa del Sendero de los Arrayanes, en el Parque Municipal Llao Llao, con una pasarela señalizada que no tiene nada que envidiarle a la Isla Victoria.

Quienes lleguen a la ciudad en verano podrán disfrutar también de las sensibles mejoras que se hicieron en 3 de las principales playas públicas barilochenses: la Centenario y la del Centro en el radio céntrico de la ciudad sobre el lago Nahuel Huapi, y la del Viento en la costa del Lago Moreno en el Oeste. También con la Ecotasa se costearon las nuevas cabinas del servicio de guardavidas que la comuna brinda en los balnearios municipales.

Todas estas obras de infraestructura turística enriquecen mucho a un Bariloche que durante años no ha tenido disponibilidad presupuestaria para encarar mejoras de este tipo. Durante mucho tiempo, parafraseando a Mafalda, lo urgente no ha dejado tiempo para lo importante. Por eso, la creatividad de una herramienta como la Ecotasa de Gennuso deja un saldo positivo y, tal vez, una enseñanza para otras localidades de la región, que puedan encontrar su propio camino para resaltar sus atractivos e invitar a los visitantes a volver, una y otra vez.

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