Con el inicio del año lectivo, se vuelven a poner sobre el tapete cuestiones relacionadas a las habilidades académicas tales como la escritura, la lectura, la comprensión de textos. Todas atravesadas por el lenguaje. De ahí que el lenguaje sea de fundamental.
Este instrumento nos diferencia de los animales ya que en ninguna otra especie se utiliza un lenguaje articulado para comunicarse con sus semejantes como lo hace el humano. Por tanto, tiene un lugar privilegiado en la construcción de conocimiento y el aprendizaje.
Se trata de un proceso cognitivo que permite comunicarnos, expresando y recibiendo ideas y afectos. Además, para formar parte de la cultura en la que vivimos, ingresar al lenguaje implica no sólo apropiarnos de sus signos sino también la posibilidad de participar en los intercambios simbólicos con los otros. Por ello, es importante notar que en este proceso no sólo producimos mensajes verbales sino también incluimos gestos, tono, volumen, intencionalidad como modos paraverbales de comunicación. Por otra parte, construye nuestra identidad ya que la persona no se construye a sí misma más que diciéndose, regula nuestras conductas, interviene en los aprendizajes y nos permite compartir las emociones con otros.
Aprender a hablar y a comunicarse es un camino que desde pequeños hacemos. Por lo que los especialistas recomiendan seguir este proceso en nuestros hijos e hijas.
A los tres meses, se espera que un bebé sonría, mantenga el contacto visual, reacciona ante un ruido o la voz y empiece a vocalizar sonidos.
A los seis meses, es necesario observar si su hijo o hija sigue con la mirada, balbucea, dirige la cabeza hacia los sonidos, responde a cambios en la entonación.
A los 12 meses: se espera que pueda tener atención conjunta, usar gestos (señalar, saludar con la mano), risa compartida, girar la cabeza al escuchar su nombre, producir sonidos para comunicar.
A los 15 meses: se busca que pueda responder órdenes simples (dame, mostrame), aprenda palabras, inicie juegos y/o rutinas sociales.
A los 18 meses: se observa que señale, tenga contacto visual, utilice el NO, use palabras, tenga juego simbólico (hacer que come, que se afeita).
A los 24 meses: es esperable que muestra interés por otros niños, realice juegos de ficción, diga frases de 2 palabras, aumente su vocabulario, use el yo.
De esta forma, los tres primeros años resultan de suma importancia para el desarrollo del habla, el lenguaje y la comunicación. Por lo que recomendamos estimular el lenguaje:
• Hablando con los niños y niñas.
• Contar lo que estamos haciendo, lo que vamos a hacer y lo que hemos hecho.
• Responder a los diferentes intentos comunicativos (palabras, gestos, momentos compartidos).
• Nombrar los objetos que señala.
• Mencionar las acciones que realiza.
• Realizar preguntas según su nivel de desarrollo.
• Leer cuentos de forma habitual.
• Relatar las acciones e historias mientras juega.
• Cantar canciones.
• Disminuir el tiempo de uso de pantallas.
Ante cualquier duda, hable con un profesional de confianza.
(La ilustración que acompaña esta nota es gentileza del artista Pablo Cortondo, a quien desde la Dirección de Gestión para Personas con Discapacidad, se le agradece muy especialmente)