La Dirección de Gestión para Personas con Discapacidad de la Municipalidad de San Carlos de Bariloche acerca este material elaborado por su equipo a fin de contribuir a la inclusión educativa de nuestros niños y jóvenes.
“La propuesta educativa debe ser sensible a la diversidad de los niños”. Francesco Tonucci.
Volver a la escuela implica necesariamente la construcción de nuevas maneras de organizarnos.
La escuela, que siempre ha tenido un rol que sobrepasa al de sólo educar/enseñar, se constituye como un espacio y un tiempo diferente, donde se amplía el ámbito social. En particular las escuelas de educación especial, que ofrecen a sus estudiantes y familias, un apoyo indispensable, un espacio de encuentro, reconocimiento, sostén y cuidado.
Es donde los maestros/as se transforman en ésos otros referentes. Otros que en la interacción dejan huellas y pueden abrir puertas al mundo, a la curiosidad por aprender, por descubrir la cultura y, sobre todo, acompañar el desarrollo pleno de cada estudiante desde su singularidad en todo su potencial.
En este momento, todas las familias con miembros en edad escolar se encuentran imaginando y planificando el regreso a la escuela: la lista de útiles, la ropa, el calzado y la ansiedad por el nuevo comienzo, quizás con nueva maestra/o, o en una nueva escuela.
Pero, en el caso particular de las familias con hijos/as con discapacidad, se suman incertidumbres de otro orden frente al desafío de comenzar el nuevo ciclo escolar. ¿Cómo será el ingreso? ¿Podrá adaptarse? ¿Lo ayudarán? ¿Encontrará el apoyo necesario? ¿Se sentirá bien? Éstas y muchas otras, se repiten en casi todos los hogares.
Quizás porque la educación inclusiva es una de las deudas históricas que tenemos como sociedad en el ámbito educativo. Todavía está muy arraigada a la “educación especial”. La inclusión escolar se encuentra adherida a una mirada sobre la discapacidad que permanece centrada en el déficit de la persona y en su “corrección” o “rehabilitación”, a una mirada asistencialista en perjuicio del reconocimiento de sus fortalezas y capacidades.
En este sentido, resulta necesario y fundamental ampliar la mirada a una que entienda a las/los estudiantes con discapacidad como parte de la diversidad y como la oportunidad para ofrecer alternativas y recursos novedosos, para construir relaciones más empáticas, que beneficien la convivencia e igualdad de oportunidades dentro y fuera de las aulas.
Siendo la educación un derecho irrenunciable para todos, entonces el Estado debe respetar, proteger y garantizar la educación inclusiva y de calidad para todas las personas sin distinción. El sistema educativo debe orientarse a ofrecer calidad en sus contenidos, procesos y resultados, para todas las personas que lo transitan como estudiantes.
La escuela debe diversificar los recursos, realizar los ajustes y crear los apoyos necesarios, atendiendo a las singularidades y necesidades de todos los estudiantes.
Y en este proceso de inicio de adaptación debemos contemplar los escenarios posibles para sostener a las familias y los trayectos de sus estudiantes, con la particularidad de habilitar espacios de escucha y acompañamiento más allá de las estrategias habituales.
Desde el comienzo, comunicar a las familias los canales habilitados para manifestar las inquietudes y necesidades, para que la familia pueda recorrer el período escolar con la contención social, emocional y la continuidad de los aprendizajes garantizados.
Al mismo tiempo, deberemos ser capaces de eliminar etiquetas (“no puede”, “no va a llegar”, “no le da”), para conocer los ritmos y tiempos de cada estudiante, mientras que facilitamos la convivencia con otros a través de diferentes propuestas y actividades para eliminar toda forma de violencia y para que todos puedan aprender y desarrollarse en igualdad de condiciones.
Formación y capacitación, políticas de Estado en educación, trabajo en equipo y en colaboración con las familias y los profesionales, voluntad o predisposición para abrazar la diversidad y despojarse de prejuicios, son cuestiones vitales a la hora de pensar en una educación inclusiva que realmente pueda apostar a la convivencia y darle la bienvenida a todas las personas sin importar su condición.
Una educación que nos permitirá aprender y reconocer en la diferencia una virtud, y que nos hará, sin duda, mejores como sociedad.
Y mientras construimos ese ideal, ¿cómo acompañamos la vuelta a clases de los estudiantes con discapacidad?
Las familias, que deben acompañar este tránsito, deberán progresivamente ir adaptándose nuevamente a las rutinas.
Tratar de establecer un buen descanso, con horarios pautados para que llegado el día de inicio de clases esté incorporada.
La anticipación da seguridad, por lo que ir comunicando cómo será el comienzo ayuda a crearla: marcar en el calendario los días, horarios y actividades puede ayudar a generar autonomía y disminuir ansiedad.
Hacer partícipes activos de los preparativos a los estudiantes: en el armado de útiles, libros y elementos que necesiten para el período escolar.
Poner en palabras los miedos, plantear a la escuela todas las dudas, necesidades e inquietudes, para que los profesionales cuenten con herramientas a la hora de hacer las intervenciones.
Informar a la escuela de cualquier cambio que hubiera surgido dentro de la familia, o de la rutina.
Acercarse al equipo de conducción en caso de alguna necesidad especifica.
Los docentes pueden utilizar el apoyo y el conocimiento de informes de años anteriores, tomar el tiempo que sea necesario para el diagnóstico inicial y para la adaptación de recursos didácticos.
Entrevistar y consultar a la familia para conocer las preferencias y actividades de los estudiantes, es de vital importancia para motivarlos desde su singularidad.
En el aula, pueden desplegarse una serie de estrategias, de las que a continuación categorizamos algunas.
Estrategias Organizativas:
• Situar al estudiante en el lugar del aula en el que mejor pueda percibir la información a través de su capacidad, cerca del docente, pero con la posibilidad de interacción general con toda la clase.
• Tener en cuenta las condiciones de luz y sonoridad en el aula para la disposición de los bancos y grupos de trabajo.
• Promover agrupamientos flexibles según la propuesta de actividades, situando al estudiante en el grupo en el que tenga mayor facilidad comunicativa, favoreciendo el trabajo cooperativo.
Estrategias Comunicativas:
• Utilizar un lenguaje claro y fácil de comprender empleando un tono de voz normal/conversacional.
• No hablar de espaldas a la clase, la gestualidad es un complemento vital a la hora de comprender consignas. Realizar las explicaciones siempre frente a la clase, utilizando todos los recursos expresivos, gestuales y materiales que estén a su alcance.
• Utilizar ilustraciones y diagramas siempre que sea posible.
• Asegurarse de que reciba toda la información correctamente.
• Identificar, nombrándolo o desplazándose hacia él, al estudiante que habla en los momentos de intercambio y aprendizaje grupal.
• Dar más tiempo al estudiante con discapacidad para que intente expresar sus opiniones, en caso de necesitar apoyo ofrecerle ejemplos, alternativas (imágenes), para que pueda participar de las distintas actividades áulicas.
Estrategias de Socialización
• Actividades lúdicas para expresar emociones, como el juego de dramatización o títeres.
• Leer cuentos y conversar sobre sentimientos y emociones.
• Dibujar y utilizar diferentes estrategias artísticas para decorar el aula y reapropiarse de ella en este nuevo contexto.
• Destinar un espacio del aula con afiches para escribir o dejar comentarios sobre lo que pensamos y sentimos.
• Observar y hablar sobre las vacaciones, si notamos algún cambio en el barrio, la calle, la actividad social, etc.
• Elegir una canción, frases o palabras que representan lo que sentimos en este momento y compartirlas.
Todo ello teniendo en cuenta que estas actividades o recursos no empiezan y terminan en un día. Es probable que debamos ir recuperándolas y ampliándolas en el transcurso del año escolar.
Finalmente, también resulta importante recordar que, si algo hemos comprendido en este tiempo, es la sustantiva relevancia de la escuela como espacio de encuentro, de socialización, de posibilidad de proyectarse hacia nuevos horizontes. El regreso a las clases, debería fortalecer este importante rol de la escuela y sus docentes como institución y agentes del cambio social.